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Visitar uno de los centros de fabricación de los Galaxy (no sería justo llamarlo fábrica) es un privilegio al alcance de pocos. La firma tiene nueve distribuidos por todo el mundo y son el alma mater de la creación de una gama de móviles de éxito planetario. Los Galaxy llegaron al mercado justo después del iPhone, con Nokia completamente noqueada por Apple, con un sistema Android en ciernes y con más ganas que nunca de convertirse en la alternativa en el también incipiente por aquel entonces mundo de las pantallas táctiles. Llegaron, porque no decirlo, como otro móvil más de la época, pero ni los más listos podían imaginar la explosión comercial que lograría.
El resultado del fenómeno Galaxy fue una demoledora máquina de ventas, lo sigue siendo, que aplastó a HTC y a todo los que se puso en su camino. Es por tanto a día hoy, punto clave en la economía de la firma. Si los Galaxy son más importante dentro de la firma, los 23 Ultra y no digamos de los Galaxy Flip y los Galaxy Fold, son tema aparte. Su gestación proviene de las factorías de Eslovaquia, Estambul, Egipto, Pakistán, India, Bangladesh, Indonesia, Vietnam, Dallas, Brasil y Estonia, además de la que visitamos en Corea del Sur, concretamente en la localidad de Gumi, a unos 350 kilómetros al sur de Seúl. Un grupo de localizaciones que componen una armada capaz de fabricar la friolera de 320 millones de unidades al año.
La obsesión por la precisión se llama Gumi
En el caso del Gumi, es un complejo de casi 330.000 m2, con casi 8.000 empleados que produce unos 18 millones de Galaxys, algo más del 5% de la producción mundial. El 35% de los trabajadores se centran en la fabricación per se, el otro 25% están en temas de desarrollo, mientras que el 40% restante viven por y para que la verificación de los productos sea la óptima. Conviene aclarar que Gumi es mucho más que una fábrica, ya que se crea, pero también se analiza -lo veremos en el apartado denominado granja tecnológica y se venera a la firma en un museo que también comentaremos.
Gumi es y por encima de todo, un complejo extremadamente respetuoso por el medio ambiente y con cualquier asunto relacionado con el ESG. Baste decir que la velocidad máxima de cualquier vehículo en el interior es de 20 Km/h, las bicicletas 10 Km/h. Y creernos que haya o no prisa, nadie, absolutamente nadie lo supera, lo cual, evita ruidos, reduce consumos y permite que se pueda cruzar o moverse por las calles con total seguridad. Sobra decir que el cuidado y la atención al empleado es obsesiva con todo tipo de restaurantes, zonas deportivas y todo lo que podamos imaginar el más puro estilo noventero Google. Sin duda que si hay un lugar donde levitan los sanos espíritus de esa firma nacida en 1969 bajo el nombre de Samsung, es aquí.
Baile incesante
A modo de introducción decir que, una vez dentro, el baile de robots en incesante, a la vez que cientos de sensores, cámaras de precisión y demás sistemas de medición no pasan ni una en cuanto algo falla. “fallo, 0,0000000 es nuestra obsesión, bromea un directivo de la firma”. Uno de los puntos más curiosos es el montaje de la bisagra, de 41 partes en el caso del Fold y nada menos que 45 en el Flip. Robots, brazos mecánicos que giran a velocidad de vértigo, cintas que desplazan la pieza… y todo queda montado en la estructura de terminal. Estructuras, como por ejemplo la del Galaxy S23 Ultra, que pesa en origen unos 380 gramos y que después de ser tallada por los robots se queda en apenas un 10% de ese peso. Para ello Samsung ha desarrollado sus propios útiles de tallado, una especie de puntas metálicas de alta resistencia con formas inusuales y verdaderamente caprichosas que permiten el preciso tallado requerido por los Galaxy.
Producción sin respiro
Llega la hora de “poner” componentes, pantallas y demás piezas que crean cada el móvil en sí mismo. En total cerca de 800, frente a las 200 que se utilizaban hace apenas diez años en crear un móvil. Todo esto deriva en una complejidad de montaje enorme… pero cero problemas, cintas que mueven todo con precisión, máquinas que ponen las pantallas a la par que un dedo mecánico hace mil y una pulsaciones para comprobar que todo funciona a las mil maravillas, la locura de la producción y la precisión.
Un brazo pone el móvil al lado de una cabeza de plástico para medir posición y sonido, el sistema de USB conecta a velocidad pasmosa treinta tipos de conectores diferentes para asegurar su compatibilidad, te das la vuelta y un brazo parece volver loco a un SPen… nada más lejos de la realidad, está probando no solo su conexión, sino comprobando que las redes WiFi no le afectan, miras una pantalla de colores y en realidad es una cámara térmica FLIR que mide en calor en las pantallas mientras un dedo mecánico no para pulsar en las opciones de la cámara como estuviera poseído y cuando crees que lo has visto todo un complejo sistema de testeo no para de analizar todas las posibilidades de conexión y operatividad de los terminales en el campo de IoT. Lo dicho, no hay respiro, el control total es el objetivo.
Nadie se libra
Una legión de brazos mecánicos abren y cierran los Flip y los Fold hasta extenuación, mientras una cámara de precisión no quita ojo a la bisagra, acto seguido unos cubos gigantes no paran de dar vueltas y de emitir fuertes impactos, nos acercamos y son modelos Galaxy Flip que son golpeados cientos de veces para verificar su resistencia. La actividad de fabricación vs testeo es incesante. Tanto que le toca también a los relojes de la firma, que también aparecen en escena de una zona de la fábrica. Conexiones, pruebas y robots que los agitan como locos para ver si aguantan y los sensores responden cómo deben. Es más, hay hasta un robot, nosotros le apodamos Michael Phelps… lo que causa la risa del ingeniero de la firma, que simula la brazada de un nadador durante todo el día para comprobar que todo funciona a la perfección cuando queremos usarlo en el agua.
¿Una granja mundial en medio de una fábrica?
Uno de los puntos más interesantes de esta factoría es lo que se conoce como “The Farm” (la granja) se trata de un buen número de terminales que parecen relajados y olvidados en una gran sala. Cuando nosotros llegamos, había más de 2300 que bien parecían reposar a la espera de un palé para ser llevados Dios sabe dónde. Gran error, todo ellos estaban siendo testeados en silencio sobre una función que se negaron a explicarnos.
Pero lo mejor no queda ahí, lo mejor es que se trataba de una prueba a distancia pedida por un país al otro lado el mundo, es decir, se trata de un banco de pruebas remoto que puede analizar y simular funciones y patrones de comportamiento para cualquier zona del plantea. Según la firma trabaja 24 horas de manera incesante lo que puede simular años de uso en cortos periodos de tiempo. Es una magnífica manera de aunar recursos y compartir información de cualquier incidencia con todo el globo.
No podemos olvidar que, aunque obviamente no pudimos acceder a ello, todo lo que sucede en la firma se analiza por medio de un sistema de Business Intelligence donde se predicen incidencias y se analiza todo el comportamiento no solo de los robots, sino de los terminales y de absolutamente todo lo que se pueda analizar en la fábrica.
Un museo para la historia
Entre tanta tecnología y velocidad no podía faltar un museo de la firma, más concretamente uno centrado única y exclusivamente en telefonía móvil. Un lujo si sientes algo por este tipo de productos. Más de 2200 modelos aparecen delante de ti en una galería oscura que al recibir iluminación dejan al visitante con la boca abierta al aparecer en columnas verticales.
Un lugar entrañable, con cierto aura de historia por cuestiones obvias y más aún para los que llevamos décadas en esto, ya que gusta ver de nuevo cientos de modelos que en su día marcaron o intentaros ser tendencia. No podemos olvidar que Samsung, mucho antes de los Galaxy, con sus modelos de concha o clamshell hizo mil y una diabluras, por ejemplo, sus terminales giraban sobre sí mismos en horizontal para ofrecer televisión en los últimos albores de la década del 2000. Pues todos están allí, menos el Note 7, el modelo que trajo de cabeza a la firma en 2016, cosa normal por otra parte.
Se acaba el tiempo, la visita y nos tocar decir adiós al complejo. El autobús nos saca del templo a la frenética velocidad de un humano corriendo por las mañanas. Es el mundo de Gumi, el mundo de la fabricación, la obsesión por la precisión y el amor al empleado. Esta allí, al otro lado del mundo, pero ya sabes, siempre alerta, buscando el fallo, creando móviles geniales y sobre siempre conectado con el todo el mundo Samsung para probar y mejorar el producto esté dónde esté. Los tentáculos tecnológicos de Gumi no tienen límites.